“Los hombres buenos y generosos, no crean victimas; cuidan de las victimas.”, Julian Assange
Discurso de odio
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«Responder al discurso de odio no implica coartar o prohibir la libertad de expresión, sino evitar que ese discurso se convierta en algo más peligroso, como una incitación a la discriminación, la hostilidad o la violencia, prohibidas en virtud del derecho internacional.»
Naciones Unidas define el discurso de odio (en inglés: Hate speech) como “cualquier tipo de comunicación ya sea oral o escrita, —o también comportamiento— , que ataca o utiliza un lenguaje peyorativo o discriminatorio en referencia a una persona o grupo en función de lo que son, en otras palabras, basándose en su religión, etnia, nacionalidad, raza, color, ascendencia, género u otras formas de identidad”.[1]
En el ámbito europeo, el discurso de odio se ha definido como el: “…fomento, promoción o instigación (…) del odio, la humillación o el menosprecio de una persona o grupo de personas, así como el acoso, descrédito, difusión de estereotipos negativos, estigmatización o amenaza con respecto a dicha persona o grupo de personas y la justificación de esas manifestaciones por razones de “raza” , color, ascendencia, origen nacional o étnico, edad, discapacidad, lengua, religión o creencias, sexo, género, identidad de género, orientación sexual y otras características o condición personales.”[2]
El discurso de odio puede identificar chivos expiatorios, crear estereotipos, estigmatizar y utilizar un lenguaje despectivo. Frecuentemente este tipo de mensajes se utilizan como base de teorías conspirativas, así como de desinformación y negación y deformación de acontecimientos históricos como el genocidio. Los Estados deben prohibir las formas más graves de discurso de odio que constituyan una incitación a la violencia, la hostilidad o la discriminación, o una incitación al genocidio u otras violaciones del derecho internacional, de acuerdo con el artículo 20 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos.[3]
El discurso de odio típico incluye epítetos e insultos, declaraciones que promueven estereotipos maliciosos y discursos destinados a incitar al odio o la violencia contra un grupo. El discurso de odio también puede incluir representaciones y símbolos no verbales, como por ejemplo, la esvástica nazi, la bandera los Estados Confederados de América. El discurso de odio causa daño psicológico a sus víctimas y daño físico cuando incita a la violencia, también que socava la igualdad social de sus víctimas.[4]
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