“Los hombres buenos y generosos, no crean victimas; cuidan de las victimas.”, Julian Assange
Soy africano (discurso)
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Soy africano (discurso)
El discurso Soy africano (I am an African) fue leído por Thabo Mbeki en nombre del Congreso Nacional Africano, con ocasión de la adopción por la asamblea constitucional del Proyecto de Constitución de la República de Suráfrica de 1996. Leído en Ciudad del Cabo el 8 de mayo de 1996.
Texto completo del Discurso (español)
Señoría, estimado presidente de la República democrática, honorables miembros de la Asamblea Constitucional, distinguidos invitados paisanos y extranjeros, amigos,
En una ocasión como ésta, tal vez tengamos que empezar por el principio.
Así que, empecemos.
Soy africano.
Debo mi existencia a las colinas y a los valles, a las montañas y a las llanuras, a los ríos, a los desiertos, a los árboles, a las flores, a los mares y a las siempre cambiantes estaciones que definen el rostro de nuestra tierra nativa.
Mi cuerpo se ha congelado entre nuestros hielos y entre nuestras nieves vespertinas. Se ha reblandecido con la calidez de nuestro sol y se ha fundido con el calor del sol de mediodía. El crujido y el estruendo de los truenos de verano, azotados por los imponentes relámpagos, han sido a la vez causa de temblor y de esperanza.
Las fragancias de la naturaleza han sido tan placenteras como la visión de los florecimientos salvajes de los ciudadanos en el veld.Las impresionantes siluetas del Drakensberg, las aguas de color terrizo del Lekoa, iGqili no Tukela, y las arenas del Kgalagadi, todas han sido testigos del ataque al escenario natural sobre las que hemos representado los más absurdos actos en este teatro de nuestros días.
A veces, y con miedo, me he preguntado si tendría que conceder igual ciudadanía al leopardo y al león, al elefante y al springbok, a la hiena, a la mamba negra y al mosquito.
Una presencia humana entre todo ello, una característica de la cara de nuestra tierra así definida, sé que nadie se atreve a desafiarme cuando digo - ¡soy africano!
Debo mi ser al Khoi y al San cuyas almas desoladas se pasean por las grandes extensiones del precioso Cape - ellos que cayeron víctimas del genocidio más despiadado que nuestra tierra vió jamás, ellos que fueron los primeros en perder la vida en la lucha por la defensa de nuestra libertad e independencia y ellos, como personas, que finalmente perecieron.
Hoy, como país, mantenemos un audible silencio por esos antepasados de las generaciones actuales, temerosas de admitir el horror de los hechos pasados, intentando borrar de su mente una cruel vivencia que, al recordarla, tendría que enseñarnos a no ser inhumanos nunca jamás.
Sé de los inmigrantes que dejaron Europa en busca de un nuevo hogar en nuestra tierra. Cualesquiera que sean sus acciones, todavía son parte de mi.
En mis venas corre sangre de esclavos malayos que vinieron del Este. Su dignidad dicta mi comportamiento, y su cultura una parte de mi esencia. Los azotes que inundaban sus cuerpos, fruto del látigo del negrero, son recordatorios, que yacen profundos en mi mente, de lo que no se debe hacer.
Soy nieto de hombres y mujeres guerreros que Hintsa y Sekhukhune dejaron, los patriotas que Cetshwayo y Mphepu llevaron a la batalla, los soldados Moshoeshoe y Ngungunyane que aprendieron a no deshonrar nunca la causa de la libertad.
Mi mente y el conocimiento de mi mismo está basado en las victorias que son joyas de nuestra corona africana, las victorias que ganamos desde Isandhlwana a Khartoum, como etíopes y como el Ashanti de Ghana, como los bereberes del desierto.
Soy el nieto que deja flores frescas en las tumbas de los Boer en St Helena y en las Bahamas, que mira en el ojo de la mente y que padece el sufrimiento de un sencillo campesino, muerte, campos de concentración, casas destruidas, un sueño en ruinas.
Soy el niño de Nongqause. Soy él, que hizo posible comerciar en el mercado mundial con diamantes, con oro, con la misma comida por la que mi estómago ruge.
Vengo de aquéllos que fueron llevados de la India y de la China, cuya existencia residía en el hecho, únicamente, de poder proporcionar trabajo físico, aquéllos que me enseñaron que podíamos ser a la vez nativos y extranjeros, aquéllos que me enseñaron que la existencia humana pedía que la libertad fuera una condición necesaria de la propia existencia humana.
Ser parte de toda esta gente, y sabiendo que nadie se molestará en pelearse por esta afirmación, reivindico que - soy africano.
He visto las lágrimas de nuestro país dividido cuando ellos, siendo todos ellos mi gente, se enzarzaron en batallas titánicas los unos contra los otros, los unos compensando el mal que los otros habían causado a los unos, y los otros, defendiendo lo indefendible.
He visto lo que ocurre cuando una persona posee superioridad de fuerza sobre otra, cuando el más fuerte se apropia de prerrogativas incluso para anular el mandamiento de Dios según el cual creó a los hombres y a las mujeres a Su semejanza.
Sé lo que significa el que la raza y el color se utilicen para determinar quién es humano y quién, sub-humano.
He visto la destrucción de la autoestima, el consiguiente afán por ser lo que no se es, simplemente para adquirir algunos de los beneficios que aquéllos que se han aprovechado como negreros, han asegurado que disfrutan.
Tengo experiencia en situaciones en las que raza y color se utilizan para enriquecer a algunos y para empobrecer al resto.
He visto la corrupción de las mentes y de las almas como (palabra ininteligible) de la búsqueda de un innoble esfuerzo por perpetrar un verdadero crimen contra la humanidad.
He visto claramente cómo se denegaba la dignidad a un ser humano fruto de las conscientes y sistemáticas actividades opresivas y represivas de otros seres humanos.
Allá las víctimas no tienen reparos por ocultarse de la cruel realidad - los mendigos, las prostitutas, los niños de la calle, aquéllos que buscan consuelo en el abuso de sustancias, aquéllos que tienen que robar para comer, aquéllos que tienen que perder su cordura porque la cordura les acarrea dolor.
Quizás los peores entre todos ellos, que son mis gentes, son aquéllos que han aprendido a matar por dinero. Para estos, el grado de muerte es directamente proporcional a su bienestar personal.
Y así, como peones al servicio de mentes dementes, matan para fomentar la violencia política en KwaZulu-Natal. Matan a los inocentes en las guerras colectivas.
Matan lentamente o matan rápidamente, para obtener beneficio del tráfico ilegal de estupefacientes. Están disponibles para ser contratados cuando el marido quiere matar a la mujer y la mujer, al marido.
Cazan entre nosotros el producto de nuestro pasado inmoral y amoral - asesinos que no tienen consciencia del valor de la vida humana, violadores que tienen total desprecio por las mujeres de nuestro país, animales que sacarían partido de la vulnerabilidad de los niños, los incapacitados y los ancianos, las aves de rapiña que no conocen obstáculos a la hora de enriquecerse.
Conozco todo esto y sé que es cierto porque ¡soy africano!
Es por ello por lo que soy capaz de enunciar esta verdad fundamental: he nacido entre héroes y heroínas.
He nacido entre gentes que no tolerarían la opresión.
Soy de una nación que no permitiría que el miedo a la muerte, a la tortura, al aprisionamiento, al exilio o a la persecución resultara en la perpetuación de la injusticia.
Las grandes masas que son nuestra madre y nuestro padre no permitirán que este comportamiento de unos pocos resulte en la identificación de nuestro país y nuestra gente en los bárbaros.
Paciente porque la historia está de nuestro bando, estas masas no desesperan porque hoy haga mal tiempo. Ni se vuelven triunfalistas cuando mañana brille el sol.
Sean las circunstancias que sean las que hayan vivido y gracias a esta experiencia, están destinados a definirse a sí mismos quienes son y quienes tendrían que ser.
Hoy estamos aquí reunidos para anotar su victoria por la adquisición y el ejercicio de su derecho a formular su propia definición de lo que significa ser africano.
La constitución, cuya adopción estamos celebrando, constituye un enunciado inequívoco de que rechazamos que nuestra africanidad sea definida por nuestra raza, color, y producto de los orígenes históricos.
Es una rotunda afirmación hecha por nosotros el que Suráfrica pertenezca a todos los que vivan en ella, blancos y negros.
La constitución da una clara expresión del sentimiento común como africanos (y lo defenderemos hasta la muerte) que la gente administrará.
Reconoce que la dignidad del individuo es tanto un objetivo que la sociedad debe anhelar, como una meta que no puede separarse del bienestar material de ese individuo.
Pretende crear un ambiente en el que toda nuestra gente se libere de los miedos, incluido el miedo a la opresión de un grupo nacional por otro, el miedo de la pérdida de poder de un escalafón social por otro, el miedo al uso del poder del estado para negar derechos humanos fundamentales y el miedo a la tiranía.
La constitución pretende abrir las puertas para que aquéllos que estaban en desventaja puedan ocupar su lugar en la sociedad tan iguales como sus semejantes sin miras al color, raza, género, edad o procedencia.
Da la oportunidad de capacitar a todos y cada uno de ellos para enunciar su propio punto de vista, sostenerlo y esforzarse por su implementación en el proceso de gobierno sin temor a que una visión contraria será correspondida con represión.
Crea una sociedad gobernada por la ley que tendrá que ser hostil a las reglas arbitrarias. Permite la resolución de conflictos por medios pacíficos frente al uso de la fuerza.
Rebosa de alegría por la diversidad de nuestras gentes y crea el espacio para que todos nosotros nos definamos como pueblo.
Como africano, esto es un logro del que estoy orgulloso, orgulloso sin reservas y orgulloso sin ningún sentimiento de presuntuosidad.
Nuestro sentido de ascenso en este momento también deriva del hecho de que este producto magnífico es creación única de manos africanas y de mentes africanas.
Aunque poco, también constituye un tributo a la pérdida de nuestra vanidad que, a pesar de la tentación de tomarnos por una parte excepcional de la humanidad, aprovecha la experiencia y sabiduría acumuladas por toda la humanidad, para definirnos a nuestra voluntad.
Y como sucede incluso en las mejores familias, también nosotros tenemos propensión a la mezquindad, la irritabilidad, el egoísmo y la inconsciencia.
Pero parece que ocurrió que nos miramos al ombligo y nos dijimos que ya era hora de hacer un esfuerzo sobrehumano para lograr ser otros, para responder a la llamada de crearnos un futuro glorioso, para recordarnos aquél dicho latino que dice gloria est consequenda - ¡la gloria debe buscarse!
Hoy sienta bien ser un africano.
Sienta bien que pueda estar aquí de pie como un surafricano y como un soldado de infantería de un ejército africano titánico, el Congreso Nacional Africano, para decir a todas las partes aquí representadas, a los millones que han intervenido en los procesos que estamos concluyendo, a nuestros excelentes compatriotas que han presidido el nacimiento de nuestro documento fundacional, a los negociadores que intercambiaron un fuego cruzado de estrategias, a las estrellas anónimas que brillaron sin ser vistas como la gestión y la administración de la Asamblea Constitucional, a los consejeros, a los expertos y a los publicistas, a los medios de comunicación, a nuestros amigos repartidos por todo el mundo - ¡felicidades y buen trabajo!
Soy africano.
He nacido entre las gentes del continente de África.
El dolor del violento conflicto de las gentes de Liberia, Somalia, Sudán, Burundi y Argelia es un dolor que yo también padezco.
La catastrófica vergüenza de la pobreza, del sufrimiento y de la degradación humana de mi continente es una lacra que compartimos.
La lacra para nuestra felicidad que deriva de esto y de nuestro viraje a la periferia de la ordenación de los asuntos de las personas, nos deja en una sombra persistente de desespero.
Es un camino cruel al que nadie tendría que ser condenado.
Esta criatura que hemos parido hoy, en esta pequeña esquina del gran continente que ha contribuido tan decisivamente a la evolución de la humanidad, dice que África se reafirma en su resurgimiento de las cenizas.
Vengan las adversidades que vengan, ¡ahora nada puede pararnos! Ante las dificultades, ¡África estará en paz! Por cuanto más improbable pueda sonar a los escépticos, ¡África prosperará!
Seamos quienes seamos, independientemente de nuestros intereses inmediatos, por mucho lastre del pasado que arrastremos, sin importar cuánto hayamos caído en el cinismo y en la pérdida de confianza en la capacidad de las gentes, dejadnos errar y dejadnos decir - ¡nada puede pararnos ahora!
Texto completo original del Discurso (inglés)
Chairperson, Esteemed President of the democratic Republic, Honourable Members of the Constitutional Assembly, Our distinguished domestic and foreign guests, Friends,
On an occasion such as this, we should, perhaps, start from the beginning.
So, let me begin.
I am an African.
I owe my being to the hills and the valleys, the mountains and the glades, the rivers, the deserts, the trees, the flowers, the seas and the ever-changing seasons that define the face of our native land.
My body has frozen in our frosts and in our latter day snows. It has thawed in the warmth of our sunshine and melted in the heat of the midday sun. The crack and the rumble of the summer thunders, lashed by startling lightening, have been a cause both of trembling and of hope.
The fragrances of nature have been as pleasant to us as the sight of the wild blooms of the citizens of the veld.
The dramatic shapes of the Drakensberg, the soil-coloured waters of the Lekoa, iGqili noThukela, and the sands of the Kgalagadi, have all been panels of the set on the natural stage on which we act out the foolish deeds of the theatre of our day.
At times, and in fear, I have wondered whether I should concede equal citizenship of our country to the leopard and the lion, the elephant and the springbok, the hyena, the black mamba and the pestilential mosquito.
A human presence among all these, a feature on the face of our native land thus defined, I know that none dare challenge me when I say - I am an African!
I owe my being to the Khoi and the San whose desolate souls haunt the great expanses of the beautiful Cape - they who fell victim to the most merciless genocide our native land has ever seen, they who were the first to lose their lives in the struggle to defend our freedom and dependence and they who, as a people, perished in the result.
Today, as a country, we keep an audible silence about these ancestors of the generations that live, fearful to admit the horror of a former deed, seeking to obliterate from our memories a cruel occurrence which, in its remembering, should teach us not and never to be inhuman again.
I am formed of the migrants who left Europe to find a new home on our native land. Whatever their own actions, they remain still, part of me.
In my veins courses the blood of the Malay slaves who came from the East. Their proud dignity informs my bearing, their culture a part of my essence. The stripes they bore on their bodies from the lash of the slave master are a reminder embossed on my consciousness of what should not be done.
I am the grandchild of the warrior men and women that Hintsa and Sekhukhune led, the patriots that Cetshwayo and Mphephu took to battle, the soldiers Moshoeshoe and Ngungunyane taught never to dishonour the cause of freedom.
My mind and my knowledge of myself is formed by the victories that are the jewels in our African crown, the victories we earned from Isandhlwana to Khartoum, as Ethiopians and as the Ashanti of Ghana, as the Berbers of the desert.
I am the grandchild who lays fresh flowers on the Boer graves at St Helena and the Bahamas, who sees in the mind`s eye and suffers the suffering of a simple peasant folk, death, concentration camps, destroyed homesteads, a dream in ruins.
I am the child of Nongqause. I am he who made it possible to trade in the world markets in diamonds, in gold, in the same food for which my stomach yearns.
I come of those who were transported from India and China, whose being resided in the fact, solely, that they were able to provide physical labour, who taught me that we could both be at home and be foreign, who taught me that human existence itself demanded that freedom was a necessary condition for that human existence.
Being part of all these people, and in the knowledge that none dare contest that assertion, I shall claim that - I am an African.
I have seen our country torn asunder as these, all of whom are my people, engaged one another in a titanic battle, the one redress a wrong that had been caused by one to another and the other, to defend the indefensible.
I have seen what happens when one person has superiority of force over another, when the stronger appropriate to themselves the prerogative even to annul the injunction that God created all men and women in His image.
I know what if signifies when race and colour are used to determine who is human and who, sub-human.
I have seen the destruction of all sense of self-esteem, the consequent striving to be what one is not, simply to acquire some of the benefits which those who had improved themselves as masters had ensured that they enjoy.
I have experience of the situation in which race and colour is used to enrich some and impoverish the rest.
I have seen the corruption of minds and souls as (word not readable) of the pursuit of an ignoble effort to perpetrate a veritable crime against humanity.
I have seen concrete expression of the denial of the dignity of a human being emanating from the conscious, systemic and systematic oppressive and repressive activities of other human beings.
There the victims parade with no mask to hide the brutish reality - the beggars, the prostitutes, the street children, those who seek solace in substance abuse, those who have to steal to assuage hunger, those who have to lose their sanity because to be sane is to invite pain.
Perhaps the worst among these, who are my people, are those who have learnt to kill for a wage. To these the extent of death is directly proportional to their personal welfare.
And so, like pawns in the service of demented souls, they kill in furtherance of the political violence in KwaZulu-Natal. They murder the innocent in the taxi wars.
They kill slowly or quickly in order to make profits from the illegal trade in narcotics. They are available for hire when husband wants to murder wife and wife, husband.
Among us prowl the products of our immoral and amoral past - killers who have no sense of the worth of human life, rapists who have absolute disdain for the women of our country, animals who would seek to benefit from the vulnerability of the children, the disabled and the old, the rapacious who brook no obstacle in their quest for self-enrichment.
All this I know and know to be true because I am an African!
Because of that, I am also able to state this fundamental truth that I am born of a people who are heroes and heroines.
I am born of a people who would not tolerate oppression.
I am of a nation that would not allow that fear of death, torture, imprisonment, exile or persecution should result in the perpetuation of injustice.
The great masses who are our mother and father will not permit that the behaviour of the few results in the description of our country and people as barbaric.
Patient because history is on their side, these masses do not despair because today the weather is bad. Nor do they turn triumphalist when, tomorrow, the sun shines.
Whatever the circumstances they have lived through and because of that experience, they are determined to define for themselves who they are and who they should be.
We are assembled here today to mark their victory in acquiring and exercising their right to formulate their own definition of what it means to be African.
The constitution whose adoption we celebrate constitutes and unequivocal statement that we refuse to accept that our Africanness shall be defined by our race, colour, gender of historical origins.
It is a firm assertion made by ourselves that South Africa belongs to all who live in it, black and white.
It gives concrete expression to the sentiment we share as Africans, and will defend to the death, that the people shall govern.
It recognises the fact that the dignity of the individual is both an objective which society must pursue, and is a goal which cannot be separated from the material well-being of that individual.
It seeks to create the situation in which all our people shall be free from fear, including the fear of the oppression of one national group by another, the fear of the disempowerment of one social echelon by another, the fear of the use of state power to deny anybody their fundamental human rights and the fear of tyranny.
It aims to open the doors so that those who were disadvantaged can assume their place in society as equals with their fellow human beings without regard to colour, race, gender, age or geographic dispersal.
It provides the opportunity to enable each one and all to state their views, promote them, strive for their implementation in the process of governance without fear that a contrary view will be met with repression.
It creates a law-governed society which shall be inimical to arbitrary rule.
It enables the resolution of conflicts by peaceful means rather than resort to force.
It rejoices in the diversity of our people and creates the space for all of us voluntarily to define ourselves as one people.
As an African, this is an achievement of which I am proud, proud without reservation and proud without any feeling of conceit.
Our sense of elevation at this moment also derives from the fact that this magnificent product is the unique creation of African hands and African minds.
Bit it is also constitutes a tribute to our loss of vanity that we could, despite the temptation to treat ourselves as an exceptional fragment of humanity, draw on the accumulated experience and wisdom of all humankind, to define for ourselves what we want to be.
Together with the best in the world, we too are prone to pettiness, petulance, selfishness and short-sightedness.
But it seems to have happened that we looked at ourselves and said the time had come that we make a super-human effort to be other than human, to respond to the call to create for ourselves a glorious future, to remind ourselves of the Latin saying: Gloria est consequenda - Glory must be sought after!
Today it feels good to be an African.
It feels good that I can stand here as a South African and as a foot soldier of a titanic African army, the African National Congress, to say to all the parties represented here, to the millions who made an input into the processes we are concluding, to our outstanding compatriots who have presided over the birth of our founding document, to the negotiators who pitted their wits one against the other, to the unseen stars who shone unseen as the management and administration of the Constitutional Assembly, the advisers, experts and publicists, to the mass communication media, to our friends across the globe - congratulations and well done!
I am an African.
I am born of the peoples of the continent of Africa.
The pain of the violent conflict that the peoples of Liberia, Somalia, the Sudan, Burundi and Algeria is a pain I also bear.
The dismal shame of poverty, suffering and human degradation of my continent is a blight that we share.
The blight on our happiness that derives from this and from our drift to the periphery of the ordering of human affairs leaves us in a persistent shadow of despair.
This is a savage road to which nobody should be condemned.
This thing that we have done today, in this small corner of a great continent that has contributed so decisively to the evolution of humanity says that Africa reaffirms that she is continuing her rise from the ashes.
Whatever the setbacks of the moment, nothing can stop us now! Whatever the difficulties, Africa shall be at peace! However improbable it may sound to the sceptics, Africa will prosper!
Whoever we may be, whatever our immediate interest, however much we carry baggage from our past, however much we have been caught by the fashion of cynicism and loss of faith in the capacity of the people, let us err today and say - nothing can stop us now!
Thank you.
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Referencias
Enlaces externos
- Soy africano de Thabo Mbeki
- I am an African - Thabo Mbeki`s speech at the adoption of the The Republic of South Africa Constitution Bill