“La feminización de la pobreza es un hecho. La falta de oportunidades de empleo acordes con la formación, otro. El acoso y, cuando cabe, la violencia, otro más. Todo ello para un colectivo cuyo único defecto visible parece ser el no haber tenido la previsión de nacer con otro sexo.”, Amelia Valcárcel

Discurso de Severn Suzuki ante la Cumbre de Medio Ambiente y Desarrollo 1992

De DHpedia
Saltar a: navegación, buscar
Severn Cullis-Suzuki dando una charla en el Teatro Myer Horowitz de la Universidad de Alberta, 2006.

Severn Cullis-Suzuki nació en 1979 y en Vancouver, Canadá.[1] A los diez años fundó la Organización Infantil del Medio Ambiente (Environmental Children's Organization, ECO), un grupo de niños dedicados a enseñar a otros jóvenes diversos temas sobre medio ambiente. En 1992 pronunció un contundente discurso ante la Cumbre del Medio Ambiente y Desarrollo de Río de Janeiro (Cumbre de la Tierra)[2].

En 1992, con 13 años, Suzuki-Cullis recaudó dinero con los miembros de ECO para asistir a la Cumbre de Medio Ambiente y Desarrollo (The Earth Summit), organizada por la ONU en Río de Janeiro. Junto con los miembros del grupo (Michelle Quigg, Vanessa Suttie y Morgan Geisler), Cullis-Suzuki presentó ante los representantes de la ONU, un discurso sobre cuestiones ambientales desde la perspectiva de los jóvenes.[3]

En 1993 fue reconocida en el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente Global 500 Roll of Honour. En 1993 publicó su libro Decidle al mundo, 32 páginas de medidas ambientales para aplicar por las familias.[4]

En 2001 se graduó en la Universidad de Yale con una Licenciatura en Ecología y Biología Evolutiva. En 2003 se inscribió en un curso de postgrado en la Universidad de Victoria para estudiar Etnobotánica con Nancy Turner.

En la actualidad Severn Suzuki sigue luchando en favor del desarrollo sostenible, es conferenciante y presentadora de televisión.

Texto completo del Discurso en castellano


Hola,[5] soy Severn Suzuki y represento a ECO (Environmental Children's Organization).

Somos un grupo de niños de 12 y 13 años de Canadá intentando lograr un cambio: Vanessa Suttie, Morgan Geisler, Michelle Quigg y yo. Recaudamos nosotros mismos el dinero para venir aquí, a cinco mil millas, para decirles a ustedes, adultos, que deben cambiar su forma de actuar. Viniendo aquí hoy, no voy a ocultar mi objetivo; estoy luchando por mi futuro. Perder mi futuro no es como perder unas elecciones o unos puntos en el mercado de valores. Estoy aquí para hablar en nombre de todas las generaciones venideras. Estoy aquí para hablar en defensa de los niños hambrientos cuyo llanto es ignorado por todo el mundo. Estoy aquí para hablar de los incontables animales que mueren en este planeta porque no les queda donde ir.

Tengo miedo de tomar el sol debido a los agujeros en la capa de ozono. Tengo miedo de respirar el aire porque no sé qué sustancias químicas hay en él. Solía ir a pescar en Vancouver, mi hogar, con mi padre, hasta que hace unos años encontramos un pez lleno de tumores. Y ahora sabemos que animales y plantas se extinguen cada día, y desaparecen para siempre.

Durante mi vida, he soñado con ver las manadas de animales salvajes y las junglas y bosques repletos de pájaros y mariposas, pero ahora me pregunto si existirán para que mis hijos los vean también. ¿Tuvieron que preguntarse ustedes estas cosas cuando tenían mi edad? Todo esto ocurre ante nuestros ojos, y seguimos actuando como si tuviéramos todo el tiempo que quisiéramos y todas las soluciones. Sólo soy una niña y no tengo soluciones, pero quiero que se den cuenta: ustedes tampoco las tienen; no saben cómo arreglar los agujeros en nuestra capa de ozono; no saben cómo devolver los salmones a aguas no contaminadas. No saben cómo resucitar un animal extinto. Y no pueden recuperar los bosques que antes crecían donde ahora hay desiertos. Si no saben cómo arreglarlo, por favor, dejen de destruirlo.

Aquí, ustedes son seguramente delegados de gobiernos, gente de negocios, organizadores, periodistas o políticos, pero en realidad son madres y padres, hermanas y hermanos, tías y tíos, y todos ustedes son hijos.

Aún soy sólo una niña, y sé que todos somos parte de una familia formada por cinco mil millones de miembros, treinta millones de especies, y todos compartimos el mismo aire, agua y tierra. Las fronteras y los gobiernos nunca cambiarán eso.

Aún soy sólo una niña, y sé que todos estamos juntos en esto, y debemos actuar como un único mundo tras un único objetivo.

Aunque estoy enfadada, no estoy ciega, y, aunque tengo miedo, no me asusta decirle al mundo cómo me siento.

En mi país derrochamos tanto… Compramos y desechamos, compramos y desechamos, y aún así, los países del Norte no comparten con los necesitados. Incluso teniendo más que suficiente, tenemos miedo de perder nuestras riquezas si las compartimos.

En Canadá vivimos una vida privilegiada, plena de comida, agua y protección. Tenemos relojes, bicicletas, ordenadores y televisión.

Hace dos días, aquí en Brasil, nos sorprendimos cuando pasamos algún tiempo con unos niños que viven en la calle. Y uno de ellos nos dijo: “Desearía ser rico, y si lo fuera, daría a todos los niños de la calle comida, ropa, medicinas, un hogar, amor y afecto”.

Si un niño de la calle que no tiene nada está deseoso de compartir, ¿por qué nosotros, que lo tenemos todo, somos tan codiciosos? No puedo dejar de pensar que esos niños tienen mi edad, que el lugar donde naces marca una diferencia tremenda. Yo podría ser uno de esos niños que viven en las favelas de Río; podría ser un niño muriéndose de hambre en Somalia; un niño víctima de la guerra en Oriente Medio, o un mendigo en la India.

Aún soy sólo una niña, y sé que si todo el dinero que se gasta en guerras se utilizara para acabar con la pobreza y buscar soluciones medioambientales, la Tierra sería un lugar maravilloso.

En la escuela, incluso en el jardín de infancia, nos enseñan a comportarnos en el mundo. Ustedes nos enseñan a no pelear con otros, a arreglar las cosas, a respetarnos, a enmendar nuestras acciones, a no herir a otras criaturas, a compartir y a no ser codiciosos. Entonces, ¿por qué fuera de casa se dedican a hacer las cosas que nos dicen que no hagamos?

No olviden por qué asisten a estas conferencias: lo hacen porque nosotros somos sus hijos. Están decidiendo el tipo de mundo en el que creceremos. Los padres deberían poder confortar a sus hijos diciendo: «todo va a salir bien», «esto no es el fin del mundo» y «lo estamos haciendo lo mejor que podemos». Pero no creo que puedan decirnos eso nunca más. ¿Estamos siquiera en su lista de prioridades? Mi padre siempre dice: «Eres lo que haces, no lo que dices».

Lo que hacen me provoca el llanto por las noches. Nos educan diciéndonos que nos queréis; los desafío: por favor, hagan que sus acciones reflejen sus palabras.

Gracias.

Texto completo del Discurso en inglés


Hello,[6] I'm Severn Suzuki speaking for "ECO" -- the Environmental Children’s Organization.

We are a group of 12 and 13 year-olds trying to make a difference: Vanessa Suttie, Morgan Geisler, Michelle Quigg, and me. We’ve raised all the money to come here ourselves -- to come 5,000 miles to tell you adults you must change your ways.

Coming up here today, I have no hidden agenda. I am fighting for my future. Losing my future is not like losing an election, or a few points on the stock market.

I am here to speak for all generations to come. I am here to speak -- speak on behalf of the starving children around the world whose cries go unheard. I am here to speak for the countless animals dying across this planet, because they have nowhere left to go. I am afraid to go out in the sun now, because of the holes in our ozone. I am afraid to breathe the air, because I don’t know what chemicals are in it.

I used to go in -- I used to go fishing in Vancouver, my home, with my Dad until, just a few years ago, we found the fish full of cancers. And now we hear of animals and plants going extinct every day, vanishing forever. In my life, I have dreamt of seeing the great herds of wild animals, jungles, and rainforests full of birds and butterflies, but now I wonder if they will even exist for my children to see.

Did you have to worry of these things when you were my age? All this is happening before our eyes and yet we act as if we have all the time we want and all the solutions. I’m only a child and I don’t have all the solutions. I don't -- I want you to realize, neither do you. You don’t know how to fix the holes in our ozone layer. You don’t know how to bring the salmon back up in a dead stream. You don’t know how to bring back an animal now extinct. And you can’t bring back the forests that once grew where there is now a desert. If you don’t know how to fix it, please stop breaking it.

Here, you may be delegates of your governments, business people, organizers, reporters, or politicians. But, really, you are mothers and fathers, sisters and brothers, aunts and uncles -- and all of you are someone’s child.

I’m only a child, yet I know we are all part of a family -- five billion strong; in fact 30 million species strong -- and borders and governments will never change that. I’m only a child, yet I know we are all in this together and should act as one single world towards one single goal.

Vídeos

Artículos relacionados

Referencias

Enlaces externos