“Los hombres buenos y generosos, no crean victimas; cuidan de las victimas.”, Julian Assange
El gran dictador, discurso final (película)
El gran dictador (The Great Dictator) es una película dirigida y protagonizada por Charlie Chaplin estrenada el 15 de octubre de 1940, es una sátira de la dictadura de Adolf Hitler en Alemania en la década de 1930 y de los totalitarismos en general. Obtuvo cinco designaciones a los premios cinemátográficos Oscar: a la mejor película, al mejor actor (Charles Chaplin), al mejor guión original (Charles Chaplin), al mejor actor secudario (Jack Oakie) y al mejor música (Meredith Wilson), aunque no ganó ninguno de ellos.[1]
El rodaje empezó pocos días antes de la declaración de la II Guerra Mundial en septiembre de 1939. Fue la primera película de Chaplin íntegramente hablada, el coste del proyecto fue de dos millones de dólares. El film estuvo prohibido en Alemania hasta 1958, en España hasta 1975 y en Italia hasta 2002.
Cuando la película fue rodada y estrenada el mundo aún no conocía los horrores cometidos en los campos de concentración contra el pueblo judío y otras minorías por los nazis. Años después Chaplin afirmó que de haber conocido esto no habría realizado la película; en sus memorias (1976) dijo:
- Si hubiera tenido conocimiento de los horrores de los campos de concentración alemanes no habría podido rodar la película: no habría podido burlarme de la demencia homicida de los nazis; no obstante, estaba decidido a ridiculizar su absurda mística en relación con una raza de sangre pura.
El discurso final es un canto a la esperanza, la democracia, la paz y la libertad; un manifiesto emotivo, antibelicista y antitotalitario.
Ficha técnica[2]
- Título original: The great dictator
- Dirección, producción y guión: Charles Chaplin (Estados Unidos, 1940)
- Fotografía: Karl Struss y Roland Totheroh
- Música: Meredith Wilson y Charles Chaplin
- Dirección artística: J. Russell Spencer
- Montaje: Willard Nico
- Interpretación: Charles Chaplin (El barbero judío/Adenoid Hynkel, dictador de Tomania), Paulette Goddard (Hannah), Jack Oakie (Benzino Napaloni, dictador de Bacteria), Reginald Gardiner (Schulz), Henry Daniell (Garbitsch), Billy Gilbert (Herring), Maurice Moscovich (Señor Jaeckel), Emma Dunn (Señora Jaeckel), Bernard Gorcey (Señor Mann).
- Duración: 124 minutos
Contenido
Texto completo del discurso
Lo siento, pero yo no quiero ser emperador, ese no es mi oficio. No quiero gobernar ni conquistar a nadie, sino ayudar a todos si fuera posible, judíos y gentiles, blancos o negros. Tenemos que ayudarnos unos a otros, los seres humanos somos así, queremos hacer felices a los demás, no hacerlos desgraciados, no queremos odiar ni despreciar a nadie. En este mundo hay sitio para todos, la buena tierra es rica y puede alimentar a todos los seres. El camino de la vida puede ser libre y hermoso, pero lo hemos perdido. La codicia ha envenenado las almas, ha levantado barreras de odio, nos ha empujado hacia la miseria y las matanzas.[3]
Hemos progresado muy deprisa pero nos hemos encarcelado nosotros. El maquinismo que crea abundancia nos deja en la necesidad. Nuestro conocimiento nos ha hecho cínicos; nuestra inteligencia, duros y secos; pensamos demasiado y sentimos muy poco. Más que máquinas necesitamos humanidad. Más que inteligencia, tener bondad y dulzura. Sin estas cualidades la vida será violenta, se perderá todo.
Los aviones y la radio nos hace sentirnos más cercanos, la verdadera naturaleza de estos inventos exige bondad humana, exige la hermandad universal que nos una a todos nosotros. Ahora mismo mi voz llega a millones de seres en todo el mundo, a millones de hombres desesperados, mujeres y niños víctimas de un sistema que hace torturar a los hombres y encarcelar a gentes inocentes.
A los que puedan oírme les digo: no desesperéis, la desdicha que padecemos no es más que la pasajera codicia y la amargura de hombres que temen seguir el camino del progreso humano, el odio de los hombres pasará y caerán los dictadores y el poder que le quitaron al pueblo se le reintegrará al pueblo y así, mientras el hombre exista la libertad no perecerá.
¡Soldados!, no os rindáis a esos hombre que en realidad os desprecian, os esclavizan, reglamentan vuestras vidas y os dicen lo que tenéis que hacer, que pensar y qué sentir. Os barren el cerebro, os ceban os tratan como a ganado y como a carne de cañón. No os entreguéis a estos individuos inhumanos, hombres máquinas con cerebros y corazones de máquinas. ¡Vosotros no sois máquinas!, ¡no sois ganado!, ¡sois hombres! Lleváis el amor de la humanidad en vuestros corazones, no el odio, solo los que no aman odian; los que no aman y los inhumanos.
¡Soldados!, no luchéis por la esclavitud, sino por la libertad. En el capítulo 17 de san Lucas se lee: “el reino de dios está dentro del hombre”, no de un hombre ni de un grupo de hombres, sino de todos los hombres, en vosotros; vosotros, el pueblo tenéis el poder, el poder de crear máquinas, el poder de crear felicidad. Vosotros el pueblo tenéis el poder de hacer esta vida libre y hermosa, de convertirla en una maravillosa aventura.
En nombre de la Democracia utilicemos ese poder actuando todos unidos, luchemos por un mundo nuevo, digno y noble, que garantice a los hombre trabajo; y dé a la juventud un futuro; y a la vejez, seguridad. Con la promesa de esas cosas las fieras alcanzaron el poder, pero mintieron; no han cumplido sus promesas, ni nunca las cumplirán. Los dictadores son libres solo ellos, pero esclavizan al pueblo. Luchemos ahora para hacer nosotros realidad lo prometido. Todos a luchar para libertar al mundo, para derribar barreras nacionales, para eliminar la ambición, el odio y la intolerancia. Luchemos por el mundo de la razón, un mundo donde la ciencia, donde el progreso nos conduzca a todos hacia la felicidad.
¡Soldados!, ¡en nombre de la Democracia debemos unirnos todos!
[Hanna, ¿puedes oírme?, donde quiera que estés mira a lo alto Hanna, las nubes se alejan, el sol está apareciendo, vamos saliendo de las tinieblas hacia la luz, caminamos hacia un mundo nuevo, un mundo de bondad en el que los hombres se elevarán por encima del odio, de la ambición, de la brutalidad. Mira a lo alto Hanna, al alma del hombre le han sido dadas alas y al fin está empezando a volar, está volando hacia el arco iris, hacia la luz de la esperanza, hacia el futuro. Un glorioso futuro, que te pertenece a ti, a mí, a todos. ¡Mira a lo alto Jana!, ¡Mira a lo alto!]Vídeo
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